[ACTO XII; escena IV]
CALISTO. - No tema tu merced de se descubrir a este cautivo de tu gentileza; que el dulce sonido de tu habla, que jamás de mis oídos se cae, me certifica ser tú mi señora Melibea. Yo soy tu siervo Calisto.
MELIBEA.- (Adentro) La sobrada osadía de tus mensajes me ha forçado a haberte de hablar, señor Calisto; que habiendo habido de mí la pasada respuesta a tus razones, no sé qué piensas más sacar de mi amor de lo que entonces te mostré. Desvía estos vanos e locos pensamientos de ti, por que mi honra e persona estén, sin detrimento de mala sospecha, seguras. A esto fue aquí mi venida: a dar concierto en tu despedida e mi reposo. No quieras poner mi fama en la balanza de las lenguas maldicientes. [1]
CAL.- A los corazones aparejados con apercibimiento recio contra las adversidades, ninguna puede venir que pase de claro en claro la fuerza de su muro. Pero el triste que, desarmado e sin proveer los engaños e celadas, se vino a meter por las puertas de tu seguridad, cualquiera cosa que en contrario vea es razón que le atormente e pase, rompiendo todos los almacenes en que la dulce nueva estaba aposentada. ¡O malaventurado Calisto! ¡O cuán burlado has sido de tus sirvientes! ¡O engañosa mujer Celestina! ¿Por qué falseaste la palabra desta mi señora? ¿Por qué has así dado con tu lengua causa a mi desesperación? ¿A qué me mandaste aquí venir para que me fuese mostrado el disfavor, el entredicho, la desconfianza, el odio, por la misma boca desta que tiene las llaves de mi perdición e gloria? ¡O enemiga! ¿E tú no me dijiste que esta mi señora me era favorable? ¿No me dijiste que de su grado mandaba venir este su cautivo al presente lugar? No para me desterrar nuevamente de su presencia, pero para alzar el destierro ya, por otro su mandamiento puesto antes de agora. ¿En quién hallaré yo fe? ¿Adónde hay verdad? ¿Quién carece de engaño? ¿Adónde no moran falsarios? ¿Quién es claro enemigo? ¿Quién es verdadero amigo? ¿Dónde no se fabrican traiciones? ¿Quién osó darme tan cruda esperanza de perdición?
MEL.- (Adentro) Cesen, señor mío, tus verdaderas querellas; que ni mi corazón basta para las sufrir, ni mis ojos para lo disimular. Tú lloras de tristeza, juzgándome cruel; yo lloro de placer, viéndote tan fiel. ¡O mi señor e mi bien todo, cuánto más alegre me fuera poder ver tu faz que oír tu voz! Pero, pues no se puede al presente más hacer, toma la firma e sello de las razones que te envié escritas en la lengua de aquella solícita mensajera. Todo lo que te dijo confirmo, todo lo he por bueno. Limpia, señor, tus ojos. Ordena de mí a tu voluntad.
CAL.- ¡O señora mía, esperanza de mi gloria, descanso e alivio de mi pena, alegría de mi corazón! ¿Qué lengua será bastante para te dar iguales gracias a la sobrada e incomparable merced que en este punto, de tanta congoja para mí, me has querido hacer en querer que un tan flaco e indigno hombre pueda gozar de tu suavísimo amor. Del cual, aunque muy deseoso, siempre me juzgaba indigno mirando tu grandeza, considerando tu estado, remirando tu perfección, contemplando tu gentileza. [2]
[1] Melibea finge sentirse ofendida y frena las esperanzas de Calisto. “dar concierto-poner de acuerdo”.
[2] (ACTO XII; esc. IV). Encuentro concertado entre Calisto y Melibea. Aclaración de sentimientos. Nótese el lenguaje propio del amor cortés.
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Actividades
a. ¿Por qué se comporta así en principio Melibea? ¿Cómo reacciona Calisto? ¿A quién culpa y de qué le acusa?
b. ¿Qué le dice finalmente Melibea a Calisto y cuál es su reacción?
c. Anota alguna de las expresiones de Calisto propias del lenguaje del amor cortés.
1 comentario:
La Celestina [4.2]-V
a) Porque Melibia fingía el estar ofendida. Con enfado y tristeza. A la Celestina, porque pensaba que le había engañado.
b) Le dice que le quiere y el reacciona con felicidad.
c) -¡O señora mía, esperanza de mi gloria, descanso e alivio de mi pena, alegría de mi corazón!
-¿Qué lengua será bastante para te dar iguales gracias a la sobrada e incomparable merced que en este punto
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